EspañolEra un día especial en Lisboa. Cientos de personas se reunieron en el muelle de Rocha do Conde de Óbidos, en Alcântara, para asistir a la botadura de dos navíos recién construidos: el Santa Maria Manuela y el Creoula. Ese día, los astilleros de la Companhia União Fabril (CUF) cerraron sus puertas para permitir que sus empleados asistieran a la ceremonia. Los trabajadores subieron a las grúas pórtico y llenaron las orillas de este puerto sobre las aguas del Tajo. Todo el mundo quería presenciar la botadura de estos dos barcos gemelos que se habían construido en tan solo 62 días y estaban destinados a la pesca del bacalao en Terranova y Groenlandia. Fue una ocasión solemne, a la que asistieron el Jefe de Estado y varios ministros, y que representó un hecho único para la industria naval portuguesa.
Vasco Albuquerque d'Orey fue el armador de la Empresa de Pesca de Viana que encargó el Santa María Manuela a los astilleros de la CUF. El casco está construido en alambique, un detalle importante ya que permite al barco navegar por mares llenos de hielo. El barco fue bautizado con el nombre de la esposa del armador, María Manuela, madre de 16 hijos.
Santa María Manuela fue construida para la pesca del bacalao. La salida de los barcos hacia las orillas de Terranova y Groenlandia fue un momento muy emotivo en el que las familias se reunieron para despedirse y contaron también con la presencia de personalidades de las altas esferas de la Iglesia y del Gobierno. Las lágrimas de los familiares contrastaban con el sentimiento de expectación de los pescadores que albergaban grandes esperanzas de regresar a Portugal con las bodegas de los barcos repletas de bacalao. La pesca era su único medio de vida.
En la cubierta del Santa María Manuela había 50 dorys, pequeñas embarcaciones pesqueras de fondo plano. Estas embarcaciones fueron bajadas al agua a petición de los capitanes: “Dejadnos bajar estas embarcaciones y que Dios esté con nosotros”.
Cada bote llevaba un pescador. Tras tocar el mar helado, cada uno seguía su propio destino con la ayuda de un timón o de una pequeña vela. A veces se alejaban kilómetros de la SMM y desaparecían en medio de la densa niebla. Los pescadores pasaban 13 horas consecutivas solos en los botes. Lanzaban al agua cientos de metros de sedal con anzuelos y cebos, esperando tener suerte.
Si todo iba bien, un solo pescador podía pescar media tonelada de bacalao en un día. Hay noticias de que algunos botes se hundían bajo el peso de la pesca, tal era la voluntad y el entusiasmo de los pescadores. Al regresar a bordo, los hombres cenaron (sopa, pescado y una jarra de vino) y procedieron a descamar y salar el bacalao. El SMM sólo regresaba a casa cuando las bodegas del barco estaban llenas de pescado. “El momento en que se izaba la bandera nacional y comenzaba el viaje de regreso a Portugal era el día más feliz a bordo”, recuerda el capitán Vitorino Ramalheira.
En la cubierta del Santa María Manuela se encontraban decenas de botes dory, pequeñas embarcaciones de fondo plano. Estas embarcaciones sólo se bajaban al agua después de que el capitán comprobara las condiciones necesarias y diera la orden: “Bajemos estos botes y que Dios nos acompañe”. Cada bote dory llevaba un pescador. Después de tocar el mar helado, cada hombre seguía su propio destino con la ayuda de timones o una pequeña vela. A veces navegaban a millas de distancia del SMM y desaparecían en medio de la densa niebla. Los pescadores pasaban 13 horas consecutivas en los botes dory y lanzaban al agua cientos de metros de sedal con anzuelos y cebos. Si todo iba bien, un solo pescador podía pescar media tonelada de bacalao. Hay informes de botes dory que se hundieron por exceso de peso, tal era la voluntad y el entusiasmo de los pescadores. A su regreso a bordo, los hombres cenaron -sopa, pescado y una jarra de vino- y procedieron a descamar y salar el bacalao. El SMM sólo regresaba a casa cuando las bodegas del barco estaban llenas de pescado. “El momento en que se izó la bandera nacional y comenzó el viaje de regreso a Portugal fue el día más feliz a bordo”, recuerda el capitán Vitorino Ramalheira.
Vasco Albuquerque d'Orey fue el armador de la empresa Empresa de Pesca de Viana que encargó el Santa María Manuela en los astilleros del CUF.
El casco está hecho de acero, lo que permitió al barco navegar por mares llenos de hielo.
El barco fue bautizado con el nombre de la esposa del armador, María Manuela, quien dio a la familia 16 hijos.
El Santa María Manuela sufrió numerosos cambios estructurales a lo largo de los años, desde la eliminación de los mástiles hasta la instalación de un puente de navegación. El barco siguió la evolución del tiempo que dictaría el fin de la pesca con sedal y de los doris.
En 1993 el barco se consideró obsoleto, se desmanteló y sólo quedó el casco de acero. Al año siguiente se creó la Fundación Santa María Manuela, un proyecto que unió a 17 instituciones bajo un mismo fin: recuperar el barco. Pero sólo en 2007, tras la compra del casco por parte de la empresa Pascoal, se inició la renovación. Este proyecto tardó cuatro años en finalizarse.
El 10 de mayo de 2010, en su 73º aniversario, el SMM se acercó al puerto de Aveiro con las velas desplegadas y el casco pintado de blanco y procedió a atracar en su nuevo muelle en Gafanha da Nazaré (donde tiene su sede la empresa Pascoal). Este fue el primer día de la nueva vida de este barco. En noviembre de 2016, el Santa Maria Manuela fue comprado por la empresa Recheio, parte del Grupo Jerónimo Martins. Después de una mayor modernización, el SMM hoy está en excelentes condiciones y se utiliza para turismo marino, entrenamiento de navegación, programas de desarrollo de equipos de la empresa, eventos en cubierta, sets de películas y programas ambientales.